Cuentas reales

Sigo relativamente pocas cuentas en Instagram. Creo que podría categorizarlas de la siguiente manera: quillers (gente que practica la misma técnica que yo), gente que cocina, gente que muestra cosas de deco, cremas y ropa, y expatriados. En general me inclino a seguir a las que llamo "cuentas reales". Cuentas de gente a la que le gusta escribir (porque soy de las que siempre lee todo 🤓), que me inspira y transmite algo; sea risa, emoción o admiración. En los últimos años esta aplicación ha tomado una importancia tan grande y muchas personas la han incorporado como una forma de trabajo. Los formadores de opinión, hoy llamados influencers, existieron siempre; sólo que hoy hay tanta sobre exposición y exceso de información que en un mismo día 5 influencers me muestran fotos del mismo producto/restaurant/evento. Ahí es cuando me hace un poquito de ruido, por un lado sé que ser influencer es el trabajo de la gente detrás de estas cuentas, pero por otro lado mi primer reacción es de escepticismo. O sea, hay 5 chicas recomendándome la misma crema; y en mi grupo de amigas no coincidimos en UNA crema o shampoo. Entonces es inevitable cuestionarse si me lo recomiendan porque realmente está buena la crema o porque parte de su trabajo es recomendarla. Me gustan los influencers coherentes (será un oxímoron?) que te cuentan de la crema después de haberla probado, la comparan con otras de mayor o menor precio; o sea, emiten una opinión que va más allá de la venta del producto per se. De la misma forma en que me gusta seguir cuentas reales, desde mi lugar trato de mostrarles lo mismo: que en mi cuenta van a encontrar arte, anécdotas de cuando mi marido y yo éramos chicos, travesuras de mis hijos, mis ratos tocando la 🎸, comida que cocinamos con mis chiquitines. Quiero generar algo, sea una sonrisa cuando les muestro una obra que les gustó, una lágrima cuando la historia detrás del cuadro es un poco triste o una carcajada cuando les cuento cosas como la vez en la que intenté atrapar el vómito de mi hijo en mis manos y fallé terriblemente. Ese menjunje (se puede decir así también, no me reten) que espero traspase la pantalla de su celular y nos acerque un poquito más.