Los 7 de Andy
- Anto de Hanna Dom
- 3 dic 2017
- 2 Min. de lectura
Andy llegó a nuestras vidas un poco apurado a las 38 semanas de embarazo. Fue el más flacuchito de mis tres hijos con casi 3,3 kg. Tomaba la teta por 2 minutos cada una hora y media. Qué lindo, ¿no? No podía ir ni a la esquina sola por si el señor se había quedado con ganas de seguir picoteando. A sus 7 años, y a pesar de haber ampliado exponencialmente su paladar, Andy come exactamente igual: poco y muy seguido. Se largó a caminar el día que cumplió 1 año y nunca más paró. Y con esto me refiero a que Andy no camina, corre. La frase más escuchada en casa es “¡No corras!” (Y obviamente la digo a los gritos, pues #nuncazen). Ama a los animales y los quiere traer todos a casa. Andy lleva la música en el cuerpo, tocaba desde los 3 el cajón peruano y te marcaba el ritmo a la perfección. Nunca no está haciendo ruidos con la boca tipo beatbox, para el fastidio de su hermano mayor que declara que “odia la música”. Ama tocar la guitarra y para otra fanática de la música que encima es su mamá voy a ser CERO objetiva con lo que voy a decir, pero mi hijo es un fenómeno. Por lejos el más travieso de los tres: autor intelectual de TODOS los quilombos (y lo suficientemente vivo para sugerirle a su hermano de 4 que sea el autor material), ama construir lo que sea: desde mega estructuras con bloques hasta instrumentos musicales ensamblados como tenía el personaje de Dick Van Dyke en “Mary Poppins”. Andy me enseñó que no hay dos hijos iguales ni que yo soy la misma mamá con él que con sus hermanos. Andy ama hacer cuentas (esto claramente lo heredó de mi marido) y siempre anda pidiendo que le hagan problemas de matemáticas. Fue él quien me enseñó que la llegada de otro hijo no divide el amor, lo multiplica. Andy es vida, es alegría, es música y picardía. ¡Felices 7 para mi bichito!

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